
El glioblastoma multiforme (GBM) es el tumor maligno primario más agresivo del sistema nervioso central, representando el 14,5 % de todos los tumores del SNC y casi la mitad de los tumores malignos de esta localización. A pesar del tratamiento estándar —resección quirúrgica seguida de radioterapia y quimioterapia con temozolomida—, la supervivencia media de los pacientes con este cáncer cerebral recién diagnosticados es de sólo 12–18 meses, con menos del 10 % alcanzando 5 años de supervivencia. Además, la recurrencia suele producirse en un plazo de 32–36 semanas tras el diagnóstico inicial, lo que subraya la necesidad de nuevas estrategias terapéuticas. En este contexto, la terapia metabólica basada en dietas cetogénicas ha surgido como enfoque alternativo, sustentado en la teoría de Warburg: las células de GBM presentan anomalías mitocondriales que las hacen depender de la glucólisis y difíciles de metabolizar cuerpos cetónicos, a diferencia de las células normales del cerebro que pueden usar cetonas como fuente de energía cuando la glucosa es escasa.
Pero no todo es tan simple… Tenemos evidencia de otros estudios de que las células de glioblastoma también pueden utilizar la oxidación de ácidos grasos y las cetonas para satisfacer las necesidades energéticas. Existen múltiples subtipos moleculares de GBM (Lee et al., 2018), con algunas mutaciones que pueden no generar dependencia metabólica a la glucosa, hay un alto grado de heterogeneidad intratumoral. En algunas regiones del GBM existe hipoxia relativa que podría alterar la capacidad del tumor para utilizar glucosa mediante el efecto Warburg.
Métodos del estudio
Se diseñó un estudio prospectivo que incluyó 18 pacientes con GBM (8 mujeres y 10 hombres, 34–75 años) diagnosticados entre enero de 2016 y julio de 2021, con seguimiento hasta enero de 2024. Tras la evaluación clínica y de parámetros bioquímicos iniciales (incluyendo perfil lipídico, glucemia y cetonemia), se inició una dieta cetogénica individualizada. Se comenzó con una ratio 1:1 (grasas: proteínas+carbohidratos) y se aumentó hasta 2–3:1, buscando niveles de cetonas >3,5 mM y glucosa <80 mg/dL. La ingesta calórica se ajustó para mantener el peso corporal, utilizando principalmente fuentes de ácidos grasos mono y poliinsaturados (dieta cetogénica mediterránea), y el seguimiento incluyó mediciones de glucosa y cetonas en sangre (índice glucosa-cetona) y evaluaciones clínicas cada tres meses mediante la escala ECOG. Se consideró adherencia satisfactoria si la dieta se mantenía más de 6 meses y éxito terapéutico una supervivencia ≥3 años . Hay que subrayar que existe una notable diferencia entre la dieta cetogénica mediterránea, con alta cantidad de grasas mono y poliinsaturadas, y las clásicas dietas cetogénicas americanas altas en grasas saturadas.
Resultados principales
De los 18 pacientes, 6 cumplieron la adherencia de al menos 6 meses. En este grupo, cuatro alcanzaron o superaron los 36 meses de supervivencia (3 pacientes vivos a 33, 44 y 84 meses, y uno fallecido a los 43 meses), lo que equivale a una tasa de supervivencia a 3 años del 66,7 %. Entre los 12 pacientes no adherentes, sólo uno llegó a 36 meses; la supervivencia media fue de 15,7 ± 6,7 meses y la tasa de supervivencia a 3 años fue del 8,3 %. La diferencia absoluta en tasas de supervivencia fue del 58,3 %, estadísticamente significativa (χ² = 6,409; p = 0,0114) .
Interpretación y conclusiones
Sobre los resultados estadísticos hay que hacer un inciso, un estudio que compara a 4 pacientes adheridos a la dieta cetogénica con un grupo de 12 que no han conseguido adherirse, carece de potencia estadística a pesar de la “significación estadística”. Creo que, en muchas ocasiones, una observación por sí sola es pertinente si se acompaña de una interpretación cuidadosa. Las estadísticas mal empleadas pueden, y con frecuencia lo hacen, inducir a los lectores a presuponer cosas que no pueden cuantificarse con confianza. Además, éste no es un ensayo clínico con grupo control, y existe heterogeneidad en quimioterapia y estado mutacional (todos IDH-wild type), lo que impide definir la contribución individual de cada tratamiento. Se requieren estudios más amplios, con protocolos dietéticos homogéneos y análisis estratificados por sexo y biomarcadores, para confirmar estos hallazgos y optimizar la implementación clínica de la KMT como complemento de la terapia convencional en GBM.
Ahora bien, personalmente los resultados me parecen prometedores. Quizás me esté dejando llevar por mi sesgo al ser dietista-nutricionista. Si bien 12 de los 18 sujetos a estudio no consiguieron adherirse al protocolo dietético (lo cual nos puede hablar de que estos sujetos podrían presentar una peor condición al inicio del estudio), de entre los que sí siguieron la dieta cetogénica se consiguió extender a 4/6 pacientes su supervivencia más allá de los 3 años y mejorar su calidad de vida. Debemos tener en cuenta las complicaciones asociadas de este protocolo en otros ensayos clínicos: mayor pérdida de peso, náuseas, estreñimiento, menor palatabilidad,etc
Sin duda, todavía queda mucho por estudiar y estandarizar este protocolo dietético para aplicarlo en oncología. Hasta el momento, con los estudios clínicos publicados hasta el día de hoy, los glioblastomas parecen ser el único tipo de cáncer en el que la dieta cetogénica junto al tratamiento médico podría tener resultados prometedores.